A donde mires distinguís que te ignoran, te escuchan, te sienten, te palpan, pero no te dirigen palabra alguna. Te ayudan, te ríen, te quieren, pero no comparten, no preguntan, no interesan. No hay luna. solo un destello leve, que te recuerda que a veces esas cosas dejan huellas. No hay luna, pero hubo. Si, estuvo ahí, la tocaste, y te enfriaste los dedos. Qué sesación de mierda. Sonreir porque tenés ganas, porque te causa una gracia sutil, sonreir, porque te gusta pasar tiempo con ellos, sonreir, pero no sentir, no sentir. Somos tan distintos, tan distintos... que cuando encuentro a alguien que se me asemeja, alguien que entienda, alguien que sienta, y me haga sentir, alguien que me presta la voz, para gritarles a esos oidos sordos... cuando encuentro ese alguien, se que no les pertenezco, se que no pertenezco. Pero me cuesta confiar, entender, bajar, de esa nube de humo, cuyo olor se te impregna en el pelo, y cuesta respirar, cuesta pensar, cuesta hablar, cuesta creer. Pero soñás, imaginás, y todo eso te lleva a improvisar un papel, a ocupar un lugar, a jugar una charla, a no hablar de ese juego. Pretendemos, finjimos, careteamos, y estamos. Esto no me deja más que una sensación triste: estar, después de tanto que pesa sobre los hombros, estar... cuando sabés que el otro desaparece, evaporándose en palabras.
Marcás un número, cual todavía no te memorizaste, y te da bronca, porque crees que es el único que valdría la pena saber, y no lo sabés. Y hablás... y hablás... y llorás... y seguís... así, igual, pero distinta, indistinta e indiferente, algo cambió, algo se enfrió. Es que te cae la ficha, y todos se alejan para escuchar el eco que provoca esa caída, y todos se alejan, poque así como vos los querés ignorar, ellos no quieren verlo, no quieren ver como se és en realidad. Y no quieren pensar, por sobre todas las cosas, que a ellos también les podría pasar. ◘
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