miércoles, 21 de mayo de 2008

Volley-.

Hace un par de clases gimnásticas atrás...

Saque, recepción sin prestar demasiada atención y sin flexionar siquiera las piernas: golpe de manos bajas. Una molestia de haber hecho algo pésimamente mal me recorre de la muñeca al hombro, y una de mis venas termina por asemejarse a una birome.
El color empieza a cambiar, de verde mate, a violeta, morado, bordó y culmina en una especie de color que, como en su momento le dije a alguien por msn al contarle la novedad del día, era muy similar al que tiene la parte deshechable de una frutilla con sectores en mal estado.
Me empieza a doler cuando me advierten que definitivamente eso no es normal y que jamás habían visto algo similar. Incluso Elsa como siempre tan dispuesta a calmar las aguas y tranquilizar a sus alumnas, me informa: es la primera vez que veo que a una alumna le suceda eso.
A duras penas, me pongo el suéter, una lágrima se escurre tan delicada y desapercibida, que no podría considerarse de padecimiento. Se empiezan a entumecer mis dedos, ya casi no los siento, y la mano me pesa como si tuviese un anillo de acero en cada una de mis falanges.
Miro nuevamente mi muñeca, el tamaño de la misma no varía, pero aparentemente algo se empieza a derramar internamente, de una manera obscura y alarmante.
Llego a casa y le muestro a mamá orgullosa de un golpe por el cual preocuparme, ya que nunca me lastimo siquiera y al menos con eso tenía una buena excusa (las cuales siempre me faltan y derivan en conflictos) para no lavar los platos ni hacer ninguna otra actividad casera. Mi vieja mira el derrame y me advierte que vaya al médico antes de que empeore y se disgusta un poco (para variar) porque no le apliqué hielo. Sin esperar alguna otra acotación de su parte, la cual me va costar algún plato sucio con mano vendada precipitadamente, saqué un atado de hielo de la nevera, sin percibir esos plásticos con forma de parlantes deformes y rellenos de líquidos azuláceos que se suelen comprar para este tipo de cosas, es decir, cuando uno tiene un golpe, en vez de vaciar cubeteras (que realmente en temporada otoño-invierno no hacen falta, pero siempre hay por las dudas) pone eso sobre la superficie de piel caliente y enfermiza de dolores provocados por golpes estúpidos en una clase de volley estúpida, por alguna estúpida que jamás aprendió a jugar al volley, y por eso le pega a la pelota con un golpe de manos bajas a la altura de la frente.
Fin.

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