Y se vuelca como chocolate caliente en la alfombra. Dejando más que un olor particular en ella.
No puedo contener demasiado tiempo lo que acomulé mientras leía una de esas novelas cortas al pasar. Escondo bajo la cama de una patada sin cuidado todos esos relatos. No se si desatando algun tipo de bronca. Se donde buscarlos si requiero de ellos en el futuro, son objetos perdidos en el tiempo, intocables, irreconocibles en unos meses, me conosco. El zumbido del mp3 bajo la almohada me fastidia, pero no quiero apagarlo, se que tema suena, porque haberme quedado asi de sorda me agudizó el tímpano. Oasis se esfuerza en arrancarme alguna parte de mi orgullo y hacerla pedazos, me resisto.
El placard semiabierto, no puede concluir el recorrido de sus puertas, porque calzados de diversos colores obstruyen su canal. Busco otro de esos relatos que quiero tirar bajo la cama, pero que no voy a olvidar. Lo abro, y saco un pétalo seco, negro de brevedad, con un olor tan agridulce, que empalaga en unos segundos mi piel. Me río discreta, para mi. No hay nadie en toda la casa, ni lo habrá. Se que el aire se empieza a cargar, y no estoy bien. No, no estoy bien.
Me llevo a la boca esa porción de rosa olvidada caída del momento. Se desintegra.
Me calma.
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