Hay cuatro paredes que se cierran sobre mi. Entre las rejas entrecruzadas de la ventana, las hojas verdes intentan colarse, y con cada agitación de un clima ventoso, el polvillo al cual soy tan alérgica, se insmiscuye en mi habitación. Cuando no hay sol ni luna, cuando no es día pero todavía es temprano para la obscuridad, el cielo se tienta de blanco, y el calor pasivo, remite a la calma antes de la tempestad. Se espera llover. Los autos que recorren el asfalto caliente son pocos. Es domingo, y no hay mucho movimiento afuera, pero es una avenida, por lo tanto hay menos movimiento que de costumbre.
Mi cuarto se apaga lentamente, y la única luz que lo aborda es la que se cuela por la ventana, junto con el polvillo que emana el árbol junto a ella, y el ruido de los escasos autos y motos. Todo aqui adentro sigue inmóvil, desordenado, y revuelto. Tengo mucha lectura pendiente, "Crónicas de la crisis mundial", "los mitos" de Pigna, "Manual de Adobe Flash"(que de hecho es muy largo y tedioso, pero tengo que manejarlo algo asi como lo más rápido posible). Los usb, los mp3, las variables de auriculares, largos cortos para celular, audífonos y parlantes, todos con los cables cruzados y rendidos a su desenredo. Rainie Yang me observa junto con su lunar desde el Wallpaper de mi escritorio y en mi cabeza, distintas melodías de canciones en chino mandarín revolotean y urgen ser interpretadas. Me siento un poco perdida, un poco aburrida y un poco expectante. El tiempo se ha detenido, y me espera paciente. El tiempo se resbala en esa escalera y cae golpeando escalón tras escalón una rutina que no existe, porque no puede llamarse rutina. Hay algo que perdí, y aún no salgo a buscar. El tiempo me espera paciente, me espera, porque al despertar voy a encontrarlo. Voy a encontrar el tiempo perdido y todo aquello que aún no me atrevo a salir a buscar.