Subestimé lo mucho que me seguías. Subestimé lo mucho que te quería cerca. Cedí ante el peso de la culpa. Y te dejé entrar, no sin antes cerrar bien la puerta. Dejé las llaves en tus manos, e hiciste lo que quisiste. Ahora me doy cuenta de lo poco que creía en tus palabras. Me doy cuenta de como me consumían esas mentiras. Me dejo estar. Extrañando el segudo antes de que cambiara todo, ese segundo en el que no sabía que era lo que se aproximaba, solo me inquietaba. Ahora estoy segura de poder ahorrarme la intriga, de poder suprimir el impulso, de cambiar toda espontaneidad por algo concreto. Me veo capás de finjir y sufrir al respecto. Sonreir hasta creerme la sonrisa. Correr, hasta que se me olvide que estoy yendo en la dirección equivocada.
Los sabores son distintos, la sorpresa es la misma. ¿Para qué experimentarla otra vez?
Los sabores son distintos, la sorpresa es la misma. ¿Para qué experimentarla otra vez?
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